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Yo vi un corazón y él un oso que tiene corazón

Mindfulness en el Jardín

Por Susana O’Connor, Kuyuy Arte y Conexión

Hace unos meses se cruzó por mi camino Susy, trayendo sus aires espirituales a nuestra práctica de Terapia Hortícola. Susy se ha especializado en yoga, técnicas de respiración, disciplina positiva y técnicas de arte expresivo. Se formó en el 2019 como terapeuta hortícola en el Instituto de Horticultura Terapéutica del Perú. Sus técnicas han sido un complemento fundamental en nuestro programa de Terapia Hortícola para niños y niñas institucionalizadas. En nuestro protocolo, la incorporación de la “respiración consciente” antes de la actividad planificada ha marcado un antes y un después en lograr la atención y cambio de conducta de los niños institucionalizados. Quiero compartir con ustedes el registro de Susy en una sesión.

Daniela Silva-Rodriguez Bonazzi


Todos los miércoles por la mañana un grupo de niñas y niños del Puericultorio Pérez Aranibar, nos esperan para sus sesiones “Reconectando con la naturaleza”, con la intención de enseñar habilidades para gestionar sus emociones y encontrar un espacio de calma, conexión y creatividad.


En una de las sesiones tuvimos la visita de uno de los niños, él no tuvo un buen día, una mañana difícil y no pudo controlar sus impulsos, sus gritos y peleas.

Llegó triste y preocupado a la sesión. Al inicio no hizo contacto visual con nosotros, sentía pena. Poco a poco, levantó sus ojos, le sonreímos, le ofrecimos la mano y entramos al “Jardín de los Sueños” sin preguntas, validando sus emociones.


Lo invitamos a expresar sin temor sus sentimientos, sentados en círculo, sobre cojines de colores. Iniciamos la sesión, todos juntos, respirando. Contectar con la respiración y con los latidos del corazón, hizo que se sintiera más tranquilo y dispuesto a trabajar.


El “Mindfulness” o atención plena, forma parte de la sesión de terapia hortícola. La práctica de la respiración y atención plena y consciente, “Mindfulness”, al iniciar y finalizar las sesiones, le ofrece la oportunidad al cuerpo de reconocer, validar y acompañar las emociones.


El “Mindfulness” es energía, esa energía que nos ayuda a disfrutar del momento presente, de lo que pasa ahora mismo. Nos llena de alegría, nos ayuda a sufrir menos y a controlar el comportamiento derivado de la emoción, sin juicio, sin culpa y con aceptación.


Nuestro estado natural incluye pensar, planificar y reaccionar ante el mundo que nos rodea, el “Mindfulness” , por el contrario, nos invita a guiar nuestra atención desde ese estado ocupado de pensamiento y planificación, a prestar atención a la información sensorial.

La atención en la respiración es el inicio. Aprender a dirigir la atención a la respiración no es fácil, debemos primero aprender a respirar, sentirnos presentes e importantes. “Aceptación, presencia y pertenencia”, son tres cualidades básicas que nos permiten expresarnos y conocernos tal y como somos.


Aceptación es una postura interna que reconoce que las cosas son como son: agradables o desagradables, regalándonos una nueva oportunidad.

Presencia nos brinda la oportunidad de ser más abiertos, no tener que dar una respuesta inmediata. Estar presente a veces es suficiente, sin emitir juicio, así nace el contacto “conexión antes que corrección”.


Pertenencia e importancia es conectar con el otro con un gesto de amabilidad diciéndole: “estoy aquí para ti, eres importante”.


Al inicio es probable que la atención se aleje de la respiración y pase a los pensamientos, esto nos sucede a todos, incluso a aquellos que han practicado la atención plena durante años. El objetivo es trabajar con las tendencias naturales propias y regresar suavemente a la respiración una y otra vez. Al hacer esto, fortalecemos el “músculo de la atención”.

Colocamos la mano derecha en el vientre para observar el movimiento del abdomen al inhalar y exhalar, y la mano izquierda en el corazón con la intención de sentir los latidos y a la vez sentir la presencia, con el cuerpo y la mente.


La calma y concentración se consiguen a través de herramientas como la respiración, la relajación y la creatividad. La creatividad es el arte de usar imágenes mentales y afirmaciones para producir cambios positivos, nos ayudan a sacar a la luz todo aquello que tenemos en nuestro interior, todo aquello que podemos potenciar y mejorar: confianza, autoestima, concentración, intuición.


Ese día en la práctica, sentados juntos bajo una alfombra de piedras, encontré una piedra que para mi tenía forma de corazón, tan pequeña y perfecta. La tomé en mis manos y se la mostré a ese niño travieso que venía triste. Él la tomó en sus manos, la miró y dijo: “no es un corazón es un oso!” e inmediatamente se puso a buscar piedras diferentes formando un oso.

“Mira! es un oso fuerte, que grita, que pelea, pero que tiene corazón” – le dije.



Con esa imagen en la mente, invitamos al niño a cerrar los ojos, y poco a poco fuimos recuperando la calma y la paz en todo nuestro ser.

La magia del jardín, empezó cuando tomamos de entre las flores una “cola de zorro” para experimentar la sensación de calma y jugar con las texturas. Le pedimos permiso al niño para acariciar sus manos, brazos y por último su rostro, reconociendo el cariño y alegría que las flores nos pueden ofrecer.



“El Mindfulness en el jardín es plantar la magia de estar presente”.

El jardín tiene un poder diferente. Para muchos el jardín es regresar a la tierra, es meter las manos en ella y sentirse vivo, es mirar con el alma y escuchar desde ahí los latidos del corazón.


Nuestro corazón necesita tierra, necesita sentirse presente “aquí y ahora”. Nuestro corazón necesita sentir la tierra para sentirse “fuerte y sano”. Nuestro corazón necesita tierra para “cuidar y cultivar”, nuestro corazón necesita conexión, y esa conexión es un “acto de responsabilidad”.


En la sesión de terapia hortícola, invitamos a los niños reconectar con la tierra, así preparamos una sesión de sensibilización “la tierra como ancla”.

Durante la sesión de TH, aprendimos a hacer una Kokedama. Kokedama es una palabra japonesa y significa literalmente bola de musgo. Una kokedama en la tradición japonesa simboliza el “cuidado de las plantas”.


Tomamos la tierra mojada entre las manos, cerramos los ojos para despertar los sentidos y registramos la textura de la tierra mojada amasando fuertemente con las manos, preparando una gran bola.” La emoción es maravillosa, se registra una profunda alegría. Así nace esa base sólida de tierra, lista para recibir a la planta, a la que abrigamos con musgo para que pueda crecer fuerte y sana. Una gran experiencia de consciencia plena, de “Mindfulness”.



Observamos la raíz de la planta que elegimos del jardín, las sentimos y nos preguntamos: “dónde está tu raíz?

Al preparar la planta para ser introducida en la gran bola de tierra, la curiosidad y emoción invadían al niño que había llegado lleno de tristeza y de pena, ahora sólo sonreía y disfrutaba de estar allí, presente.


Con delicadeza, insertó su dedo índice en el centro de la bola de tierra para colocar las raíces de su invitada especial. Luego ubicó la bola de tierra encima de una manta de musgo, abrigándola con mucha delicadeza, y con una soguilla verde sellamos el trabajo, haciendo una red alrededor de la bola de tierra, para hacer sentir “seguras y cobijadas” a las raíces. Así nación la kokedama.



Al finalizar, admiramos juntos el trabajo, registrando palabras como “casa, hogar, cuidado, tierra y vida”, cada una es la respuesta estética del maravilloso encuentro, lo que nos ayuda a seguir validando cada emoción y sensación que ahora el misterio del jardín les puede ofrecer.


Juntos fuimos a buscar un lugar especial para colgar la Kokedama, y él (mientras caminábamos) con corazón curioso comentó:

el lugar debe tener sombra, también sol y aire porque es necesario”.

“Claro!” le contesté, pero las preguntas seguían:

le llegará el agua? Y si alguien la descubre? La puedo esconder? No quiero que nadie le haga daño?”….. hemos guardado con mucho cuidado esas interrogantes, porque serán motivo de seguir trabajando juntos en el jardín..

Cuando encontró el lugar perfecto, en la parte alta de un árbol, preguntó:

puedo volver mañana?”.

Depende de ti” le respondí. “Ahora es tu Kokedama y la debes cuidar”.

“Puedo venir a verla todos los días” -exclamó.

Ese ánimo de volver significa mucho para nosotros, un niño que quería hacer daño al jardín ahora quiere volver, volver para cuidar, eso es amar.


Terminamos la sesión juntos frente al espejo de agua con plantas acuáticas que nos reciben felices. Nos sentamos, cerramos los ojos y juntos recordamos la sensación de paz y tranquilidad que la respiración nos ofreció.


Trabajar el “Mindfulness” en el jardín nos ayuda a registrar nuestras emociones, expresarlas sin temor. A veces nos sentimos molestos, no escuchamos y sólo queremos gritar. Debemos hacer un esfuerzo por concentrarnos en nosotros mismos y volver a ser amables y atentos.,

Le preguntamos cómo se sentía y cómo se iba, y respondió: “Feliz! quiero volver mañana”.



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